La reunión del club de lectura había llegado a su fin. Hoy se le había hecho especialmente larga. Pero no todo el mundo se había levantado de su asiento y salido de la sala. Ella, la chica joven de la primera fila, permanecía pegada a la silla, cruzada de piernas y con la misma mirada fija y penetrante que había tenido en todo momento. En clara alusión poética a lo recitado, se dirigió a Arturo. El tono de su voz era dulce y preciso, pero también enigmático y sensual.
- ¿Cuál fue la última vez que viste a tu sombra?
Él quedó atrapado en un momento impreciso de atracción mutua. Era la primera vez que la veía en una reunión del club. La observó con detenimiento, y cuando el silencio comenzaba a molestar, respondió pausado y sugerente algo que con certeza no había tenido que pensar mucho.
- Realmente no lo sé. Creo que nunca me he fijado en ella. No suelo prestar atención a quien no da la cara, a quien te sigue pegado a los pies carente de la valentía para plantarse ante ti, y sin escudarse en nadie, decir claramente lo que siente.
Ella hizo amago de levantarse, pero en lugar de eso, se apoyó sobre la rodilla y puso un dedo sobre sus labios. Se miraron despacio durante un minuto eterno.
- ¿Dónde estará ahora el agua con que te lavaste la cara esta mañana?- preguntó ella provocativa, mientras acariciaba su cuello.
- Llevo varios días sin lavarme pues solo el alcohol y el tabaco saben abrirme los ojos, no necesito agua ni jabón. Procuro salir de noche, a clubes donde oculto mi cara sin rasurar y mis pómulos desaseados.- Contestó Arturo al mismo tiempo que con pasos cadenciosos se acercaba hasta ella. - Creo que esta es la mejor manera de evitar el espejo de las miradas ajenas.
Cuando llegó hasta su asiento, ella ya se había puesto de pie, y la esperaba receptiva. Comenzaron a besarse de forma salvaje mientras se revolvían el cabello y buscaban lugares que acariciar con sus manos.
- Bueno, y ahora vamos a dejarnos de poéticas trascendentales, que hoy estoy ya un poco saturado.- Interpeló Arturo mientras la apartaba un momento de su boca.- Vamos a lo que vamos: ¿en tu casa o en la mía?
Ella igualmente lo alejó de forma brusca, cogió el bolso que había caído al suelo y rauda sacó un par de preservativos que mostró descarada ante sus ojos.
- ¿Y por qué no aquí y ahora?- respondió ella toscamente mientras desgarraba con los dientes una de las fundas.
El final me ha robado una carcajada.
ResponderEliminarQuizá cuidaría un poco más los diálogos. Tal vez los haría incluso más pedantes todavía, posiblemente con citas de Berkeley o Schopenhauer, para que el contraste fuera mayor.
Ahora te contesto a tu pregunta. ¿Por qué dejé de escribir el blog? Sobre todo, por que me cansé, pero si quieres más detalles, en cuanto quedemos todos a una tomar unas birritas, te doy más detalles.
Saludos
El lobo feroz
Seguiré tus consejos lobo feroz y los aplicaré para mis siguientes clubs de lectura. Este era el primero, en los siguientes pasarán más cosas.
ResponderEliminarGracias.
A esas birritas te invito yo. No puede dejar de escribir alguien que lo hace tan bien.
Saludos,
El soldado del frente.