miércoles, 23 de marzo de 2011

Un largo paseo .-

Salgo de casa.  Aliada con mi tristeza, la tarde lluviosa me acompaña.  Me gustan los días así:
-         Tormenta y paraguas negros empujados por el viento.
-         Gente corriendo, gabardinas, charcos.
-         Escaparates que poder mirar, libros que no he leído, ropas caras que no puedo pagar, botas de goma.
-         Un reloj de pared, el canal de desagüe de un tejado, una gotera.
-         Un perro flaco perdido, bicicletas paradas junto al puente, el río que se moja, gorriones que se bañan.

Decido salir del pueblo.  Me dirijo hacia Zull, y siguiendo las señales, cojo la calzada que se inicia a mi derecha.  La lluvia ha cesado, y aunque mi chubasquero es bueno, creo que se ha calado un poco.  Me lo quito y lo doblo bajo el brazo.  Empieza el camino:
-         Tierra rojiza, mucho barro y agua estancada.
-         Flores húmedas, hierbas y matojos.
-         Algodón, garbanzos, trigo.
-         Una flecha de madera que indica a la izquierda: “Villa Müller”.
-         Almendros, robles, algún castaño de indias.
-         Una antigua caseta, hierbas que crecen sin control, paredes deshabitadas.
-         Un coche fúnebre vacío, un muro resquebrajado por el tiempo.
-         Una cruz de piedra, un jarrón con flores, una lápida de mármol en la que puede leerse: “María 1945. Luchaste por todos aquellos que ya habían caído. Libertad era tu lema, tu mano firme. Y para mí la soledad.” “Martín 1947. El dolor me hace seguir tus pasos.”

Me detengo en un nuevo cruce.  Saco una manzana de la mochila y parsimonioso comienzo a mordisquearla.  Realmente no tengo mucho hambre.  Miro al cielo que no deja de amenazar nuevos aguaceros.  El camino de la derecha es el que debo seguir:
-         Una nueva señal “Zull 5 km”.
-         Una bandada de cuervos, y un árbol quemado por el rayo.
-         Un chaval en bicicleta: “Adiós. Buenos días”.
-         Unos tubos metálicos.  Y a lo lejos una estación abandonada.
-         Un estrechamiento, un puente, un pequeño riachuelo.  “Arroyo Salt” en un cartel de madera.
-         El croar de las ranas.
-         Un montón de escombros, basura y algunas ratas.
-         Tierra baldía, piedras, jaramagos y amapolas aún mojadas.
-         A la derecha una casa de campo abandonada:
o     Una cancela rota.
o     Un banco de piedra y un pileta llena de agua.
o     Unos rosales resecos, muros derruidos, una lechuza.
o     Un viejo libro destrozado por el agua y el tiempo. No tiene pastas, le faltan las primeras hojas. En una de ellas todavía pueden leerse claramente algunas líneas: “(...) el hombre es objeto de deseos incalculables; si le arrebatásemos tal pluralidad, si lo serenásemos, si lo satisficiésemos del todo, el hombre dejaría de existir. Es la inquietud de su corazón, lo que lo distingue del resto de los animales. (...)”

Vuelvo a la calzada.  Un triste rayo de sol y una ligera brisa me acompañan:
-         Tres eucaliptos, huellas de perdiz, huellas de perro.
-         Sangre fresca y plumas desperdigadas entre la tierra removida.
-         Una cartón de leche uperisada: “Leche Boll la mejor de la comarca”.
-         Cinco campanadas suenan cercanas.
-         Murmullo de coches.
-         Un par de higueras malolientes, desagües saturados y aceras asfaltadas.
-         “Municipio de Zull” en letras grandes.
-         Mujeres con la compra, niños que juegan, hombres que vuelven.
-         Unos pinos, una fuente, un banco de madera.

Me siento y comienzo a masajear mis rodillas ya poco acostumbradas a tanto ajetreo.  Abro de nuevo la mochila, pesada y bastante vieja:
-         Un reloj sin correa, un pañuelo verde y un par de postales.  Todavía queda una manzana.
-         Una piedra, una concha de mar y la cartera.
-         Unas gafas de sol rotas, un viejo periódico y un libro con mi nombre en el lomo.  Se titula “Momentos”.  Primera página y en letra de imprenta: “A Laura, la que pudo ser y no fue”. Y en la segunda página: “La perspectiva del tiempo nos permite escribir con mayúsculas aquellos momentos que nos marcaron, que fueron decisivos en nuestra vida.  Estos son los míos”.

2 comentarios:

  1. Oye, pues escribe bien el Benito. Si leyeras los relatos que hacía yo de una señora llamada "La Salida", te cagabas patas abajo, igualita la carga narrativa, jajaj. Algún día te los pasaré.
    Un saludo, majo.
    Antoñito

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  2. Todo es cuestión de revisar la historia de esa salida, a lo mejor se convierte en un best seller. Ya estoy esperando que me lo pases.
    Un abrazo.

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