miércoles, 6 de abril de 2011

El mensaje del tiempo .-

Tras la muerte del deseo, entre ellos, ya solo mediaba un cariño inútil que les distanciaba en largas noches de soledad.  Decidida, hizo las maletas, y mientras éstas perdían el tiempo sobre una cama pulcramente deshecha, cogió papel y lápiz.  Sabía perfectamente que para él, aquellas palabras desesperadas no pasarían de ser más que una triste despedida.  Apoyó el mensaje sobre el vaso que en la mesita acogía cada noche su dentadura, y salió al pasillo, ahora tan oscuro y angosto como el empuje solitario que la llevaba a actuar así.

Cuando él volvió de dar su paseo diario de obras y edificios en construcción, se percató rápidamente de la ausencia.  No olía su piel, su sudor, su movimiento.  No oía el crepitar de los fogones, ni el ruido de fondo del noticiero.  En silencio fue hasta la habitación y descubrió el armario vacío de sus vestidos, los cajones tristes de su ropa interior, y el mensaje que no se atrevió a tocar.  Echó la llave y la guardo en el bolsillo.  Nunca más volvió a entrar en aquel dormitorio.

Con los días, con los meses, el polvo se encargó de ocupar todos los rincones, repartiéndose por la habitación y dibujando sus formas.  Destacaban más que nunca los libros sobre una coqueta desconchada, la lámpara de papel diferente o el cuadro de flores marchitas.  Una piedra traicionera, quien sabe desde qué manos lanzada, rompió el cristal izquierdo de la ventana y fue a golpear el vaso de agua, que acabó en el suelo roto en mil pedazos.  El agua se derramó en miles de lágrimas prohibidas y mojó aquel mensaje desesperado, terminando de difuminar lo poco que el olvido del tiempo había sabido respetar.  Qué triste: nunca unas palabras sirvieron para tan poco.

2 comentarios:

  1. Ves, tenía que haberlo dejado escrito en un blog...

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  2. Pues por eso he hecho yo este blog... para que las palabras no se pierdan... Besos.

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