miércoles, 4 de mayo de 2011

“S” cine .-

Aquel cine siempre olía mal, siempre estaba sucio.  Lo mejor era llegar tarde, cuando las luces ya estaban apagadas, y solo podías dejarte guiar por el fulgor de aquellas carnes en movimiento.  Era la única manera de no reparar en la butaca ocupada.
 
Y luego estaba ese guiño de complicidad que la vendedora de pañuelos de papel te hacía en la entrada: “Toma niño, para que te lo hagas con suavidad...”.  Que a mí sinceramente, no me hacía ninguna gracia.  Al contrario, me dejaba cortado y más temeroso todavía, con la marcada sensación de que estaba haciendo algo realmente pecaminoso.  Aún recuerdo el día que me dijo “Un día se lo voy a decir a tu madre”.  Se me quitaron las ganas de todo... hasta de ver la película.  Eran tiempos de represión silenciosa.

Cuando lo cerraron, no solo fue un tremendo choque para mí que veía frenados mis instintos de evasión febril, sino también para todo el barrio, que al contrario de lo esperado, se llenó de pervertidos sin rumbo.

2 comentarios:

  1. Me gusta, pero si me permites la sugerencia, yo añadiría al final algo más visual que pervertidos sin rumbo como, por ejemplo, el barrio se llenó de hombres desnudos con gabardinas, de muchachos que dibujaban penes en las puertas del baño de los bares.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Me ha venido a la memoria el cine Pleyel, que estaba en sol, olía a cañería y mierdaka pero vi una película que me gustó tanto que para mi siempre será "el cine"... lo del pañuelo no me ha pasado nunca, debe ser que algunos te dejan las narices en carne viva y te acabas despellejando las fosas nasales, no?

    ResponderEliminar