jueves, 24 de febrero de 2011

Cartas .-

Como cada viernes par de los últimos veinte años, él se acerca hasta la oficina de correos del pueblo para echar su carta.  En un rito metódico y puntual, mete la mano en aquella boca de león cuadrada para asegurarse de que su misiva no queda retenida.  Ni los huesos doloridos, ni ese temblor cada vez más inevitable, le impiden seguir con su historia de ilusiones cruzadas. 

Como cada viernes impar de los últimos veinte años, él se sienta al hilo de la puerta de su casa para recibir directamente de manos del cartero, aquella correspondencia cargada de suspiros.  En un rito escrupuloso y sincero, acaricia el sello, lee el remite en voz alta, y con una pequeña navaja que siempre lleva en el bolsillo, rompe el sobre.  Ahora necesita de unas grandes gafas para poder leer, así que se asegura de cerrar bien la puerta de la calle, y con el apoyo raudo de una marra, se acerca hasta el aparador donde guarda las cosas importantes.

La lectura es lenta, complaciente, colmada de jadeos y miradas al cielo.  Para disfrutar aún más de esos momentos, se sienta en el patio de arriates verdes y rebosantes claridades, en su mecedora de madera, tan vieja como él, que se mueve al ritmo de cada frase leída.  Al llegar al final, no puede reprimir un lamento triste de temor ante la posibilidad de que esa sea la última carta recibida.  Dobla cuidadoso los folios y vuelve a guardarlos en el sobre, que ahora, mientras sigue meciéndose adelante y atrás, abraza sobre su pecho.

Aún hoy, todavía recuerda cuando una de aquellas cartas le fue devuelta por defunción del destinatario.  Algo que él se negó, que no pudo admitir.  Y sin lágrimas ni resquemores, siguió escribiendo, metódico, puntual en su viernes par.  Y como hasta ese momento, esperando al cartero tras la puerta cada viernes impar. 

No transcurrieron muchos viernes hasta que le llegó una nueva carta:  el sello era diferente y la letra también, pero no el remite.  La misiva venía cargada de los mismos amores ciegos, delirios y esperanzas, pero ahora más cálidos.  Él, absorbió esas energías renovadas, y comenzó a preparar la que sería su próxima epístola. 

Y así, en la distancia correspondida, ha seguido pasando el tiempo, las semanas con sus días alternos, los años con su acumulación de ilusiones.  Es más, ahora ya ni siquiera se plantea quién puede ser esa otra persona, que como cada viernes impar, le corresponde con una nueva carta, con letra diferente sí, pero igualmente repleta de quimeras.

7 comentarios:

  1. Oye, me ha encantado, quizás porque no entiendo la mitad de las palabras que usas, eso es buena señal, me mola tu blog... pero por qué marrón? con todos los colores que hay!!

    (soy la sofi, jeje)

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  2. Joer Sofi, cuanto me alegra que te gusten mis historias. Y si algunas palabras no las entiendes, espera que seguro vendrán historias más luminosas y claras. Yo es que cuando escribo me influye mucho el libro que esté leyendo en ese momento, y ahora tengo entre manos un libro un poco gris. Besos.
    Voy a disfrutar un rato de tu blog. Ah, y el color marrón es porque siempre me pareció muy sobrio y elegante.

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  3. Pues a ver si me recomiendas algo de lectura que entre pecho y pecho tengo tiempo para leer y nada que me enganche...

    Veo que habéis cogido los diseños de blogspot que son muy poquitos, te pongo este enlace para que veas todas las posibilidades que hay en interfaces para el blog, jajaja.
    http://btemplates.com/blogger-templates/2-columns/

    Besines!

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  4. ¡Cuánta soledad!!

    Necesitamos sentirnos enamorados, ilusionados para poder seguir sobreviviendo.... ¿ninguno de los dos da el paso para conocerse en vivo y en directo?

    ¿es que no soportarían la realidad?

    blanca

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  5. Hola Benito, que es fantástico que se puede contar estas historias cortas aquí en la Internet. Creo que a veces era mejor cuando la gente escribía cartas en lugar de enviar mensajes de texto o correos electrónicos. Cartas decir más porque se necesita tiempo para escribir. Mantener el buen trabajo de mi amigo y espero que podamos contar unas cuantas historias más a más de un poco de vino y buena comida.
    un abrazo

    Nik.

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  6. Hola Coda, voy a mirar ahora mismo mi lista de libros leídos y te hago un post con algunos que te puedan interesar.

    Hola Blanca, no creo que sea cuestión de soledad sino más bien de ilusiones. Necesitamos aferrarnos a algo para seguir luchando día a día, aunque solo sea una carta. O eso es lo que yo creo.

    Besos.

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  7. Hola Nik, qué alegría. Espero todo te vaya genial amigo. Estoy de acuerdo contigo que con una carta se dice más pues se piensa mejor las cosas, hay más sentimiento, pero internet es lo que nos toca vivir. Gracias por tus ánimos. El vino y la comida están asegurados, pero cuando vengas a vernos, que espero sea pronto.
    Un fuerte abrazo.

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